Espectacular hallazgo arqueológico en Coca (Segovia): Descubiertas las murallas vacceas de Cauca
Juan Francisco BLANCO GARCÍA
Profesor Titular de Prehistoria
Dpto. de Prehistoria y Arqueología
Universidad Autónoma de Madrid
Hace ya casi año y medio, en la primavera de 2013, comenzó el Excmo. Ayuntamiento de Coca una obra en lo que fuera el antiguo campo de futbol municipal “José Antonio Elola”, en la que se afrontaba la sustitución del antiguo graderío este, muy deteriorado desde que se construyó en 1950, por otro nuevo más seguro. En aquella ocasión, al cortar el terreno para instalar las nuevas gradas apareció una pared de adobes inconfundiblemente vacceos. La pared había sido seccionada longitudinalmente y tenía una altura cercana a los 1,50 m, algo poco habitual en las construcciones vacceas que, desde mis excavaciones en Coca en los años ochenta y noventa del pasado siglo, tenía registrado. Un segundo elemento que me extrañó era que esta pared estaba situada en el límite meridional de lo que fue Cauca vaccea, justo al borde de la línea de cumbres que definía por este flanco la ciudad. Además, había otro hecho extraño: hasta ahora, todos los muros pertenecientes a construcciones vacceas que he exhumado en las excavaciones están afectados por incendios (de ahí la tonalidad anaranjada que adquieren), y este, no. Todos los adobes estaban en crudo.
Juan Francisco BLANCO GARCÍA
Profesor Titular de Prehistoria
Dpto. de Prehistoria y Arqueología
Universidad Autónoma de Madrid
Hace ya casi año y medio, en la primavera de 2013, comenzó el Excmo. Ayuntamiento de Coca una obra en lo que fuera el antiguo campo de futbol municipal “José Antonio Elola”, en la que se afrontaba la sustitución del antiguo graderío este, muy deteriorado desde que se construyó en 1950, por otro nuevo más seguro. En aquella ocasión, al cortar el terreno para instalar las nuevas gradas apareció una pared de adobes inconfundiblemente vacceos. La pared había sido seccionada longitudinalmente y tenía una altura cercana a los 1,50 m, algo poco habitual en las construcciones vacceas que, desde mis excavaciones en Coca en los años ochenta y noventa del pasado siglo, tenía registrado. Un segundo elemento que me extrañó era que esta pared estaba situada en el límite meridional de lo que fue Cauca vaccea, justo al borde de la línea de cumbres que definía por este flanco la ciudad. Además, había otro hecho extraño: hasta ahora, todos los muros pertenecientes a construcciones vacceas que he exhumado en las excavaciones están afectados por incendios (de ahí la tonalidad anaranjada que adquieren), y este, no. Todos los adobes estaban en crudo.
Estas circunstancias, y echando mano de un principio de la investigación arqueológica que casi siempre funciona según el cual en arqueología lo ideal es hacer poca excavación y mucha reflexión, me condujeron a pensar que podría tratarse de un lienzo de la muralla vaccea citada por los historiadores romanos Appiano, cuando narra el asalto del cónsul Lucio Licinio Lúculo en el año 151 a. C. y Frontino, al referirse en este caso a la destrucción provocada por Pompeyo Magno en el 74 a. C. Las piezas parecían encajar, pero las evidencias eran aún insuficientes, y en investigación, sea en arqueología o en cualquier otra materia, los avances sólo se producen cuando los conocimientos son seguros, sólidos.
Estos datos sobre la que parecía ser la muralla vaccea quedaron en suspenso hasta que en el futuro pudiese confirmarse si de ella se trataba o no. Felizmente, hace tan sólo veinte días, he podido confirmar que estaba en lo cierto: las murallas vacceas de Cauca citadas por los autores clásicos puedo decir con plena seguridad que han aparecido por fin. Estamos, por tanto, ante el descubrimiento más importante y espectacular de la arqueología caucense, e incluso me atrevería a decir que ya se puede considerar entre los más importantes de Castilla y León. Pero vayamos por partes.
A medidos del pasado mes de julio procedió el Ayuntamiento a instalar la segunda sección del graderío oriental. De nuevo hubo que cortar mecánicamente el terreno para instalarlo, y fue en este proceso en el que apareció un nuevo tramo de aquella gran pared de adobes. El corte estuvo a cielo abierto y a finales del referido mes, cuando comenzaba mis vacaciones en Coca, tuve ocasión de verlo pero desde lejos. Previo permiso del Sr. Alcalde, D. Juan Carlos Cabrero, a quien he de agradecer una vez más su cortesía, pude acercarme al corte y al momento identifiqué la obra de la que se trataba. Ya no había duda alguna.
Fue un momento emocionante: después de tantos años excavando en Coca, a veces con resultados muy pobres, estaba yo solo ante las murallas que vieron las destrucciones de Lúculo y Pompeyo en primera persona. Parecía como si me estuvieran diciendo “aquí estamos”, “te has ganado ser el primero en verme por tu insistencia en buscarme”. Pero al margen de sentimentalismos decimonónicos que pueden sonar un poco a la egiptología de hace más de un siglo, lo que estaba al descubierto era un lienzo murario de 17 m de longitud que se conservaba hasta prácticamente los 2 m de altura, formado por un basamento de lajas de pizarras y cuarcitas sobre el que apoyaban las hiladas de adobes, de nuevo estos sin estar afectados por causa del fuego. El muro había vuelto a ser seccionado longitudinalmente y, además, en una zona muy próxima a su cara externa, con lo que realmente lo estaba contemplando desde la berma. La importancia del hallazgo me llevó a notificárselo rápidamente al Sr. Alcalde para que, a su vez, éste informara a las autoridades de Castilla y León en materia de Patrimonio Arqueológico, como es preceptivo.
Pero volviendo a las características físicas de la muralla, que es lo que verdaderamente a mí, como investigador, me importa, era fácil suponer que estos 17 m contactaban con los exhumados en 2013, de manera que en este sector de la muralla se puede decir que se conservan unos 25 m. En ambos extremos la muralla se encuentra cortada por la obra que supuso la muralla medieval. Cuando se levantó esta última, hacia el siglo XII, los constructores toparon con la muralla vaccea de adobes y lejos de desmantelarla la utilizaron como firme y refuerzo más seguro que las arenas vírgenes, de estructura geológica muy disgregada.
Desconozco la anchura que tiene la muralla vaccea en su base porque penetra bajo los actuales Jardines Municipales, pero seguramente no es menor de 5 ó 6 m. Sería importante conocer este dato para aproximarnos a la altura que pudo haber tenido, quizá entre los 6 y 8 m. Pero es cuestión de tiempo incorporar todos estos datos, pues al menos ya sabemos los arqueólogos dónde habría que practicar una excavación para obtenerlos. Muy probablemente, sobre ese alzado de adobes iría un parapeto de madera, pues era lo habitual. En Pallantia las fuentes refieren que Pompeyo incendió sus murallas, pero al ser éstas de adobes también, a lo que se refieren es que incendió la estructura de madera que coronaba el muro de barro y protegía a los defensores armados.
Pero ¿por qué es ya definitivo que se trata de la muralla vaccea de Cauca? Al menos cinco son las razones. En primer lugar, y esto es importante, está situada donde cabía esperar que estuviese, según las peculiaridades que tiene la topografía de Coca. En diversas publicaciones realizadas desde 1994 hasta la actualidad he venido insistiendo sobre este particular y el tiempo ha terminado por darme la razón, aunque era de sentido común. Las dos terceras partes del perímetro de Cauca son los cortados de los ríos Eresma y Voltoya y la zona más vulnerable militarmente es la meridional, que es frente a la cual se situó el ejército de Lúculo y seguramente después el de Pompeyo Magno.
En segundo lugar, un paramento tan potente como este, de adobes cuyos módulos son típicamente vacceos, idénticos a los de las murallas de Pintia vaccea, descubierta en 2009 por D. Carlos Sanz Mínguez, a quien he de agradecer que se pasase a echar un vistazo a la de Coca, no podía corresponder a viviendas, sino a una obra pública de gran envergadura. Los muros de las viviendas vacceas son de unos pocos metros y estrechos.
En tercer lugar, y al hilo de lo anterior, los muros de las construcciones domésticas de Cauca suelen estar quemados en sus zonas altas debido a que son casas que se quemaban con mucha facilidad al tener techumbres de madera y ramajes, y estos de la muralla están en crudo, sin indicio alguno de fuego. Ni siquiera en las partes altas, aunque bien es cierto que éstas estarían situadas varios metros por encima de la zona alta ahora descubierta.
En cuarto lugar, como consecuencia de mis excavaciones en los años ochenta y noventa del pasado siglo, siempre he sostenido que las construcciones vacceas de Cauca eran de barro, madera y nada o muy poca piedra, y que las pizarras y cuarcitas de la zona de Santa María-Bernardos llegaron masivamente a Cauca ya con los romanos. Esto sigue estando plenamente vigente en lo que se refiere a las construcciones domésticas, pero la muralla vaccea ya es una construcción pública, de defensa urbana, y aquí es lógico que no se escatimaran esfuerzos a la hora de traer piedra desde una distancia de unos 18 km. Para asentar la fábrica de adobe.
En quinto lugar, los fragmentos de cerámica que pueden verse dentro de los adobes seccionados son exclusivamente vacceos. Cuando en la intervención que necesariamente habrá de acometerse se pueda recoger una muestra de esas cerámicas se podrá determinar a qué cronología pertenecen exactamente, pues es imperioso establecer el momento en el que fueron construidas, evidentemente antes del 151 a. C., y muy posiblemente en el siglo IV o III a. C.
Se podrían aducir algunas razones más, pero no parece que proceda en esta ocasión. Esta es una noticia que, en definitiva, tiene mucho de felicitación: ¡enhorabuena caucenses, segovianos y castellanos-leoneses porque vuestro Patrimonio Histórico se ha enriquecido y hecho más grande, si cabe, con una nueva joya como es la muralla vaccea de Cauca!
Hasta ahora, tenemos constancia arqueológica de varias murallas vacceas, pero de la mayor parte de ellas sólo conocemos su trazado gracias a fotografías aéreas, no como consecuencia de excavaciones arqueológicas, por lo que se desconocen sus características concretas de materiales, alzados, etc. Sólo en el caso de las de Pintia (Padilla de Duero/Peñafiel) se tiene un conocimiento físico tanto de ella como de los fosos que completaban el sistema defensivo de la ciudad. Esto significa que mientras son muchas las murallas medievales que se conservan en Castilla y León, y las romanas tampoco son escasas, las murallas vacceas visibles (y visitables) sólo son dos: Pintia y Cauca. Puede que estas últimas contaran con foso (o fosos) como las de Pintia, pero esto es algo de lo que por ahora no se puede decir nada.
Finalmente, sólo nos resta decir que las autoridades locales, provinciales y autonómicas tienen una magnífica ocasión –además, casi sin cargas económicas, lo cual es importante en estos tiempos que corren– de conservar estas murallas para el disfrute de los caucenses y del voluminoso número de turistas que por Coca pasa cada año, pues simplemente con estabilizar el corte, sujetar con unos contrafuertes apoyados en las gradas la presión que ejerce el espacio público de los Jardines Municipales, y colocar un pequeño tejadillo para proteger el paramento de las lluvias, sería suficiente, de momento. Nunca la miserable cantidad de dinero que haría falta rendiría tantos frutos sociales, culturales y económicos a una ancestral comunidad como la nuestra, la caucense y la castellano-leonesa.
Qué paradójico sería que Coca celebre los días 9 y 10 de agosto una Feria Romana –aunque realmente debería ser Vacceo-Romana–, en la que se va a poder disfrutar de una excelente recreación poética de la destrucción provocada por Lúculo, escrita por Adolfo Rodríguez Arranz, al tiempo que destroza la “joya de la corona” de la arqueología caucense. Esto no puede ocurrir. Es obligación de todos cuidar el patrimonio y preservarlo para las generaciones futuras.
Más información general en el siguiente enlace: Juan Francisco Blanco-Garcia Academia edu